Titulares

Universidad, pensamiento y trascendencia

 


Por Casimiro Medina

No basta con graduarse, debemos cultivar el pensamiento crítico, desaprender lo estéril y formar ciudadanos libres, cultos y comprometidos con su tiempo.

De las universidades no debemos salir engañados, sino transformados por los conocimientos adquiridos. Para ello, considero esencial conocer la historia, la moral y la filosofía, pues no se puede pensar sin ideas.

Antes de ascender en términos de grado, se debería conocer paradigmas de excelencia, visualizando en personajes como René Descartes, Tomás Moro, Desiderio Erasmo, Montesquieu, Rousseau y otros eruditos que se dedicaron al conocimiento, y que según sus biografías, lograron el respeto social más alto de su tiempo.

Dedicarse a la producción de conocimiento es una forma de trascender, de crear sabiduría eterna. Como dijera siglos después Hegel sobre Descartes, con él nace el “periodo del entendimiento pensante”, es decir, una nueva filosofía: la filosofía moderna, crítica y transformadora.

Por eso, desde hace varios años he dedicado mi tiempo terrenal a la formación de mi ser, porque comprendí que es fundamental conocerse a uno mismo, tal vez para entender el espesor de la casaca que me protege en términos culturales y espirituales.

Es nuestro deber inculcar desde la niñez a nuestros hijos y conocidos la importancia de las letras, y cómo, si son estudiadas con profundidad, pueden conducirnos a la creación del conocimiento.

Desde mi perspectiva, leer biografías y buenos libros no es un lujo, sino una obligación. En las biografías hallamos modelos de vida, personajes que inspiran; y con los libros, logramos adaptarnos a los nuevos tiempos. Por eso, leer y referenciar es imprescindible.

Buscar que nuestra felicidad brote desde adentro, y no dependa de factores externos, es un logro que se alcanza mediante una lectura constructiva y reflexiva.

Reflexionar sobre los fracasos de Sócrates con su discípulo Alcibíades, a quien intentó enseñar el valor de la virtud como base del éxito en la vida, sin éxito alguno, nos muestra cómo incluso los grandes maestros enfrentan límites. Atenas cayó víctima de la vanidad y del deseo de poder de su discípulo.

Lo mismo ocurrió con Platón y su relación con Dionisio I y Dionisio II, marcada por el choque entre la filosofía platónica y el gobierno tiránico de Siracusa.

Pero el legado de estos filósofos trascendió. Sócrates fue maestro de Platón; Platón, maestro de Aristóteles; y Aristóteles, del gran Alejandro Magno. Así, las ideas que siembran los sabios siguen germinando más allá de su tiempo.

Como guías, no siempre ganamos del todo, pero tampoco fallamos completamente. Podemos sembrar las semillas del futuro, entendiendo que no todo florece de inmediato. Tener visión es comprender que todo tiene su momento.

Evidentemente, no debemos graduar por cantidad, sino por la necesidad de formar profesionales altamente calificados, capaces de romper el ciclo que nos limita y de dar el salto hacia una sociedad más moderna y consciente.

Solo así dejaremos de repetir fórmulas estériles y comenzaremos a escribir la historia de una ciudadanía más culta, crítica y libre.



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